El muchacho de amplia sonrisa que sale en la foto se llama Song Xiao-Bo.
Es actor y modelo chino.
En ese país, al igual que en tantos otros de Asia oriental, se celebran grandes concursos a nivel nacional de 'talentos'. En aquella zona geográfica, un talento suele combinar las características de actor, modelo, cantante (inclúyase bailarín) y dotes mediáticas unidas a una cierta personalidad que lo lleven a ser un proyecto de ídolo de masas.
Comparado con los años siguientes, los fans consideran su promoción de ese concurso como bastante buena, y en este caso, el bueno de Xiao-Bo logró ser el subcampeón. No sorprendería tanto si no fuese por el minúsculo detalle de que es sordomudo. Siendo muy muy joven con apenas un año, unas fiebres altísimas de una neumonía que por poco le cuesta la vida le llevaron a perder el habla... pero no la sonrisa.
Lo conocí en el dorama de la versión china de The Prince of Tennis, una serie genial que incluso me atrevería a decir que supera a la obra original. Mientras que el manga y consecuente anime de la serie deportiva de Takeshi Konomi se centra en un puñado de muchachos que como diría aquella canción española rancia, están locos por el tenis; la serie china se centra más en sus personalidades, en la vida de equipo, en los problemas de convivencia, su vida escolar, algún noviazgo, el esfuerzo de los entrenamientos o el tránsito hacia la vida adulta y el poder compaginar su pasión con su futuro. La serie original llega un momento en el que todo se reduce a secuencias atropelladas de marcadores subiendo, y un repertorio de tiros especiales y movimientos inverosímiles. El dorama, debo decir que también tiene de esto, pero va mucho más allá y su perspectiva es mucho más amplia.
Precisamente, el único personaje principal que se sacan de la manga es un muchacho solitario que aparentemente está al cuidado de unas pistas de tenis callejeras. El protagonista, el arrogante Long Ma (Ryoma) le pone a la fuerza una raqueta en sus manos y le dice que le va a enseñar a jugar, ante lo que él rechaza y vuelve a su trabajo, a pesar de la insistencia del joven genio del tenis. Sin embargo, y según segundos más tarde le explica Cheng Wu (Momoshiro), se trata del genio del tenis callejero. Es un muchacho sordomudo cuya reputación y calidad tenística nada tiene que envidiar a la del protagonista. No obstante, no se ciega con la competición ni con derrotar a su rival, sino en disfrutar del juego. Este muchacho, se convierte en el confidente de Long Ma, quien le cuenta sus preocupaciones y temores en hermosas conversaciones.
Un año antes, participó en My Prince, una comedia china algo boba que estoy viendo intermitentemente. Una madre borracha y ludópata (todo un ejemplo a seguir) y sus cuatro hijos (algo imposible en la China Popular). Los cuatro son unos bellezones y la madre les intentará colocar con muchachas desmesuradamente ricas para poder vivir del cuento. Xiao Bo encarna al hermano menor, que ayuda a su madre en la tienda y cocina. Un personaje también secundario, pero que su presencia en escena ilumina bastante. En ambas series le acompañan sus compañeros de promoción en el concurso.
Tiene actuaciones mucho mejores, pero por la canción y la letra, he elegido esta.
¿Pero cómo diantre puede conversar con un muchacho sordomudo? Buena pregunta, pero una vez uno observa a este joven actor chino lo comprende. El brillo de sus ojos, su expresividad tan afable, su amplia sonrisa y sus sutiles gestos, además de su lenguaje gestual hacen que el público atraiga su atención a esos momentos tan importantes desde el punto de vista dramático y del desarrollo del personaje protagonista. Una mirada, o un sólo movimiento de ojos transmite muchísimo más que muchísimas estrellas de cine actuales o rostros conocidos del cine y la televisión. Un método de trabajo tan natural, cercano y creíble que resulta admirable. No hacen falta palabras, están muy sobrevaloradas.
En estos últimos tiempos, he convivido estrechamente con personas con movilidad reducida, inmunodeprimidos o con daño cerebral, y también con un par de muchachos con autismo uno y con problemas de comunicación el otro. He aprendido lo que es la disfagia, afasia o la disartría, y he presenciado de primera mano fenómenos tan particulares como la mudez selectiva, o tan fascinantes como el síndrome del paciente extranjero, cuando un paciente de pronto se desenvuelve en una lengua distinta que aprendió de joven en lugar de la suya propia. Pacientes en coma inducido o con las facultades motoras seriamente afectadas. Es en ese momento cuando uno presta muchísima más atención a los detalles. Los gestos tan sutiles que pueden pasar desapercibido cobran sentido. Una mirada o un leve movimiento puede indicar cosas tan sencillas como que la comida le gusta, que se encuentra preocupado o que tiene cierto cansancio, pero también cosas mucho más complejas que uno aprende a percibir poco a poco.
Personalmente, tras ver por lo que estos pacientes habían sufrido, lo de si llegase a recuperar o no el habla era un asunto secundario. Estas personas conocían, reconocían y se comunicaban. Está muy bien que comuniquen a viva voz y que sean claros y concisos, pero también es cierto que el personal médico y de enfermería no tiene todo el tiempo del mundo para descifrar intenciones mediante gestos.
Pero... ¿y para una persona habituada? Gente que convive en silencio, cuya ausencia de capacidades auditivas hace que aumente la percepción de los gestos de su interlocutor, leer los labios y comprender el estado de ánimo de una persona de un sólo vistazo. Recuerdo un pequeño cuento, un relato fantástico, en el que en un pequeño pueblo, a raíz del nacimiento de un niño sordomudo, todo el pueblo desde sus padres al alcalde, para poder comunicarse dejó a un lado el lenguaje y se comunicaban por gestos.
Resulta irónico que yo, que mi modo de sustento y mi formación esté basada en el lenguaje y en los idiomas diga esto, pero es un asunto que siempre me ha fascinado. De hecho, uno de los idiomas que me hubiese gustado aprender es el lenguaje de signos, ya que pensaba que se trataba de un código internacional con un muy alto número de "hablantes" por todo el mundo, pero deseché esa idea al conocer que cada idioma o cada cultura posee su propio código, alfabeto y método de signos. Por cierto, ¿cómo son los mecanismos de una persona sordomuda para aprender un idioma extranjero? ¿Tan sólo es capaz de comunicarse con aquellos de su comunidad o son capaces de percibir más cosas de índole universal?
Palabras, sólo palabras. Su origen en su etimología, su uso en su léxico con sus derivaciones. Su sonoridad en su fonética. Su ritmo en sus sílabas. Su rima a su vez en su ritmo. Construidas firmemente por una gramática y una pragmática en donde la intencionalidad, la entonación, los roles de los interlocutores y su imagen y los efectos y eficiencias de la comunicación terminan por cerrar el puzzle. Los músicos y poetas dirán que el lenguaje nació a la luz de la hoguera de las cavernas como punto de reunión y socialización de las tribus. Los economistas dirán que el lenguaje nace cuando el hombre intenta entablar negocios y tratos mediante el trueque. Otros dicen que surge por la necesidad de comunicarse entre ellos para poder trabajar en equipo en las cacerías y que estas resulten un éxito.
Cada uno utilizamos el lenguaje como queremos, y el lenguaje que usamos dice mucho de nosotros. Lo que hemos aprendido, nuestra experiencia de vida, vicios que cogemos al ir creciendo, frases de la cultura popular de nuestra época, o simplemente el hermoso acento que nos ha proporcionado la región geosocial en donde nos hemos criado... sea cual sea. ¿Puede una presencia, una mirada, un alzamiento de cejas, un sutil movimiento del cuello o una expresión gestual codificada suplir eso? Sería una pregunta ciertamente injusta. Sin embargo, la conexión emocional existe. La comunicación, aun limitada, hace acto de presencia. Desconozco si se trata de nuestros instintos más primarios o de las ganas internas de empatizar con la otra persona. Las madres que de un solo vistazo pueden percibir lo que les sucede a sus hijos. Los amigos cercanos, que en muchas ocasiones piensan de acorde. ¿Son lazos emocionales y empáticos los que sustituyen al aparato auditivo o fonador?
No sabría decirlo, y puede que mediante estos párrafos esté idealizando esta minusvalía (¡qué palabra más horrible!), pero simplemente ver a un muchacho de un país y de una cultura tan diferente de la mía comunicándose conmigo hace que me haya propuesto escribir esta entrada. Puede que en ocasiones, como es costumbre en la televisión china, transcriban en subtítulos en mandarín lo que los personajes dicen al mismo tiempo, incluído el lenguaje de signos, y que es esto lo que los traductores aprovechan para traducir y plasmarlo en pantalla... pero por el contexto y las réplicas, no es necesario. No se trata de un personaje prototípico ni estereotipado como el enanito Mudito de Blancanieves, o el típico recurso cómico de muchas series y chistes. Se trata de uno de los personajes principales con todas las de la ley, y que cuya presencia, aun siendo escasa en relación a los otros actores resulta muy importante en la trama.
Para concluir y como postdata, Xiao Bo o el angel mudo, como le llaman en muchas páginas en internet, resulta que se ha casado el año pasado con su novia que tenía desde ocho años atrás. La conoció mientras ella, también sordomuda, se presentó al certamen de Miss Shanghai. Impresionado por su valentía, se propuso conocerla como fuese, y fue también su motivación para que él entrase en el concurso mencionado anteriormente. No creo que el silencio sea ningún problema ni para ellos ni para la sociedad en la que vivimos, aunque tengamos la manía de rellenar esos silencios con palabras vacías, con la falsa idea de que cuanto más se diga, mejor se entiende.
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