Historias corrientes que transcurren en un mundo real y a su vez alterado, pero que de pronto son alcanzadas por un soplo de fantasía. Han sido muchos años en los que la mente de Hayao Miyazaki nos ha ido obsequiando joya tras joya. Algunas más lisas y pulidas, otras más toscas y brutas, pero la orfebrería resultante es una corona realizada al más mínimo detalle y cuidado, que le otorga el título del rey de la animación japonesa o anime, pero que también ha transcendido al cine de animación mundial, y también al mismo séptimo arte. Esta semana, con motivo del estreno fuera de sus fronteras de su última película, sus productores han comentado que se trata de su última creación. Es momento de echar la vista atrás, de disfrutar de sus creaciones, de esperar que The Wind Rises (así es su título internacional) llegue a las salas de cine de nuestro país, y poder seguir disfrutando del incierto futuro que le depara a su Studio Ghibli, con su comandante supervisando pero ya alejado de los mandos de la aeronave.
Desde bien pequeño tuvo su cabeza en las nubes, y es que su padre, su tío y otros miembros de su familia paterna se dedicaban a la ingeniería aeronáutica, y tenían una fábrica que se dedicaba a diversas piezas, sobre todo para el célebre e infame avión A6M, conocido más popularmente como Zero. La misma guerra le seguiría marcando, y durante el conflicto y los años de posguerra se vería evacuado y transladado a varias ciudades, y a su vez ir pasando de escuela en escuela. Desplazado en un nuevo lugar, como Chihiro, como las niñas de Totoro; desplazado luego para seguir adelante con sus estudios, como Kiki (o Nicky) o desterrado como Ashitaka en La princesa Mononoke. Las heridas de la guerra y los nuevos conflictos armados aparecían por el mundo. Potencias o poderosos reinos en guerra como en Nausicäa, Porco Rosso, Mononoke, o los dos castillos, el que flota en el cielo y el mágico y destartalado ambulante.
La
presencia de la guerra hace que Miyazaki desarrolle un humanismo
ferviente, pero no esconde ni mira hacia otro lado cuando la guerra
golpea con toda su brutalidad. Ya se traten de soldados o civiles, niños
o adultos, atacados por armas biológicas, ingeniería avanzada de otro
mundo, las nuevas armas de fuego traídas de occidente, víctimas de
mutaciones o consecuencias de la destrucción o alteración del medio
ambiente. A mediados de los 90, cuando Disney se hizo cargo de la
distribución internacional de las producciones de Ghibli, sugirieron muy
encarecidamente que se recortasen esas escenas, o al menos las más
explícitas, con la consecuente negativa rotunda del cineasta. Su
antimilitarismo quedó patente cuando renunció a ir en persona a recoger
el Oscar a la mejor película de animación del año en 2003 por apoyar
EEUU la guerra en Irak y Afganistán (como más tarde confesaría).
Otro
hecho que le marcó profundamente fue su madre, que estuvo postrada en
cama durante gran parte de su infancia a causa de una tuberculosis
vertebral. En sus guiones suelen aparecer personajes enfermizos pero con
dignidad y ternura. La madre de las niñas en Totoro, el joven Sho en Arrietty, Clara en Heidi, los leprosos de Mononoke o
el propio Ashitaka, portador de una maldición en el brazo que le posee
poco a poco y que terminará con su vida. Por esa misma razón, los niños
de sus películas tienen una madurez impropia de su edad. Están a cargo
de las labores en casa, o incluso de ayudar con el duro trabajo de la
familia.
Los
personajes femeninos de sus creaciones son admirables. Decididas y
llenas de personalidad y carácter en un mundo gobernado por hombres,
supone una gran excepción (en mi opinión, la única) de la animación
japonesa, en donde las chicas se limitan a ser iconos, acompañantes,
faltas de personalidad o elementos chillones y molestos en la trama. No
se preocupen en buscar. No encontrarán bellas princesas serviciales o
célebres y famosas ídolos de masas. Son personajes que disfrutan en
libertad, normalmente en plena naturaleza. Inconformistas y rebeldes,
decididas y valientes, aunque eso no significa que no sean vulnerables o
que el miedo o la falta de confianza no aparezca en ellas. En todas y
cada una de sus películas nos podemos encontrar con estos personajes.
Ya
de joven demostró un gran interés por diseñar aparatejos diversos (no
sólo aviones) y crear y dibujar historias. La literatura infantil y
juvenil, así como la obra de Osamu Tezuka le influjo considerablemente, y
formó parte de los clubes de literatura infantil, que era lo más
parecido a los clubes de manga. Muchas de sus historias están basadas o
fuertemente inspiradas en este tipo de novelas. Tras graduarse en
Ciencias políticas y económicas, entra a trabajar en el estudio Toei. Se
trata del estudio con mayor volumen de trabajo y producciones de
televisión y vídeo de los que hay, y Miyazaki entró justo cuando se
encontraba en pleno auge. Tezuka, revolucionario también del anime y su
proceso creativo y producción en masa acababa de marcharse de la Toei
para fundar su propio estudio, Mushi Productions, que pasó de producir
obras muy experimentales a adaptar sus propios mangas, o incluso a dar
entrada a autores externos, como el propio Miyazaki años más tarde.
Su responsabilidad dentro de la Toei fue creciendo rápidamente, como supervisor o animador jefe de muchos de los proyectos estrella, y allí conocería a futuros socios y colegas de profesión, como Isao Takahata. Fue con él con quien trabajó estrechamente en la maravillosa Hols, príncipe del sol, un prodigio de película teniendo en cuenta que es de 1968, aunque resultó ser un fracaso comercial. Un año más tarde, participaría en la célebre El gato con botas o en Panda go-panda. En el 71 abandonaron el estudio, y colaboraron en el mencionado Mushi Productions, pero también alternaron producciones en Nippon Animation (Heidi, Marco, Ana de las tejas verdes, Tom Sawyer, algunos recopilatorios de cuentos infantiles o la excelente Conan, el niño del futuro, que hablaré más adelante en un post aparte) o TMS (Lupin III o su película El castillo de Cagliostro).
Su responsabilidad dentro de la Toei fue creciendo rápidamente, como supervisor o animador jefe de muchos de los proyectos estrella, y allí conocería a futuros socios y colegas de profesión, como Isao Takahata. Fue con él con quien trabajó estrechamente en la maravillosa Hols, príncipe del sol, un prodigio de película teniendo en cuenta que es de 1968, aunque resultó ser un fracaso comercial. Un año más tarde, participaría en la célebre El gato con botas o en Panda go-panda. En el 71 abandonaron el estudio, y colaboraron en el mencionado Mushi Productions, pero también alternaron producciones en Nippon Animation (Heidi, Marco, Ana de las tejas verdes, Tom Sawyer, algunos recopilatorios de cuentos infantiles o la excelente Conan, el niño del futuro, que hablaré más adelante en un post aparte) o TMS (Lupin III o su película El castillo de Cagliostro).
Precisamente, fue capaz de tornar un manga simpático pero sombrío, repetitivo y sin desarrollo en un anime colorido lleno de intriga, tramas elaboradas, emoción y persecuciones sin igual, además de unos diseños de personajes, escenarios y vehículos asombrosos. Obviamente, comparada con las temporadas y adaptaciones a película más tardías, la animación y el dibujo resulta tosco, y la música o el sonido están bastante ausentes, pero él fue el que marcó la línea y agrandó de manera significativa la obra humorístico-policiaca del mangaka conocido como Monkey Punch. Con muchos más medios y presupuesto acometió la segunda adaptación en pantalla grande de la serie, El castillo de Cagliostro, que supuso su debut en la dirección de largometrajes. Arranca vertiginosamente y nos adentra de lleno en la trama. Persecuciones, tramas de falsificación de moneda, tesoros ocultos y algún que otro interés amoroso cruzado por medio dan como resultado una gran película de aventuras con muchas sorpresas y emociones, y de una calidad técnica asombrosa.
Sin embargo, la obra con la que lo conocí y me conquistó fue Sherlock Holmes. Nuestras pantallas ya habían emitido Heidi y Marco; de hecho, desgraciadamente, cuando hay una nueva película suya en cartelera nacional, son esos dos títulos a los que se aluden, aunque la gente de ahora no los conozca o en su interior contenga escenas de cierta violencia que distan mucho de las dos series mencionadas. Los años ochenta fueron una época muy creativa y excelente desde el punto de vista gráfico. Los dibujos tenían alma y las series se realizaban con cuidado y esmero. Las coproducciones o externalizar los departamentos de animación a otros países de mano de obra más barata estaban a la orden del día. Las televisiones de cada país se aliaban para producir contenidos infantiles de calidad, y entre la RAI italiana y otras aportaciones menores desde Francia y Reino Unido, con la Nippon Animation como motor, lograron producir una de las series más memorables y de mayor calidad de los ochenta. Sin embargo, una disputa con los derechos de los herederos de Conan Doyle hizo que no se renovase otra temporada, y que la dirección de Miyazaki se restringiese a sólamente seis episodios de los 26 que consta. Sin embargo, uno puede ver su sello en los diseños y los guiones de la serie.
Su adaptación española cuenta con uno de los mejores doblajes de la historia, con unas historias y un tono divertidísimo. Ya había jugado antes al 'gato y al ratón' de policías y ladrones con Lupin III, pero en este caso nos presenta una Inglaterra victoriana e industrial, escenarios que por cierto repetirá a menudo a lo largo de su filmografía, que refleja un gusto especial por ese "estilo europeo" tan característico. Sus personajes son cánidos antropomorfizados. Cada personaje es de una raza distinta, y su personalidad concuerda a la perfección. Sherlock es un zorro y Moriarty un lobo gris. Watson un terrier escocés rechoncho, con esa barbilla tan característica. El inspector LeStrade un bulldog muy tozudo, y maravillosos son también Tod y Smiley, los secuaces de Moriarty, en donde el bajito y regordete Tod encarna el pesimismo, y el espigado y delgado Smiley refleja el optimismo. Sus discusiones o las broncas que tienen con su jefe son memorables.
Quisiera detenerme un poco para hablar de los geniales diseños de personajes que nos ofrece. Una de las cosas que más llaman la atención son los personajes femeninos, como ya he dicho antes. Suelen ser chicas valientes, amantes de la naturaleza y de espíritu libre, que incluso llegan a obtener la admiración de los villanos, generalmente hombres, como Nausicaa, San de Mononoke, Fio de Porco Rosso, o la señorita Hudson de Sherlock Holmes cuando se encuentra fuera de sus labores como ama de llaves. Otra variación son aquellas que pese a parecer delicadas e introvertidas, consiguen demostrar su valor a base de sacrificio, trabajo duro y constancia en el bien, como Nicky, Lanna de Conan, Sheeta de El castillo en el cielo o Chihiro.
Osamu Tezuka es un experto en cruzar personajes en muchísimas de sus creaciones, como Mostacho, Lampe y otros secundarios. La verdad es que podemos encontrar a algunos personajes de Miyazaki a lo largo de sus obras. El capitán Dyse de Conan es Lestrade de Sherlock Holmes, así como el lugarteniente Gonza en Mononoke o las cabezas vivientes de Chihiro. De esta misma manera se pueden establecer muchos bellos paralelismos entre sus personajes, pero eso que lo aporte cada uno.
No
existe el bien ni el mal absoluto. Muchas veces los protagonistas se
cuestionan las motivaciones que tienen cada uno, y muchos villanos
tienen sus intereses con cierta lógica y motivación. Presenciamos cómo
Lady Eboshi de Mononoke, Morsley de Conan, Madame Sulimann de El castillo ambulante o la princesa Kushana de Nausicaa velan
por el bien y la prosperidad de su pueblo. Donald Curtis es un célebre
piloto bastante fanfarrón al que contratan para acabar con Porco Rosso.
Haru en Arrietty es una criada cotilla y codiciosa, pero sin malicia en el fondo. Yûbaba es una terrible bruja a cargo de los baños en Chihiro,
pero se le cae el mundo a los pies al ver que su ojito derecho de su
hijo ha escapado, y que de hecho le ha estado maltratando de la misma
manera que maltrata a los que le rodean, pero que el bebé al estar
transformado en otra forma, no le había reconocido. Hay películas en las
que ni siquiera hay villanos, como Nicky, Susurros del corazón, Mis vecinos los Yamada o Ponyo; o bien de la humanidad en general o el contexto histórico, como Pompoko, La tumba de las luciérnagas o esta última de The Wind Rises. También hay que decir que las hay confusas como Totoro,
cuyo enigmático protagonista es la mascota del estudio que Miyazaki y
su buen amigo Takahata (del que acabo de mencionar algunas de sus obras)
crearon a mediados de los ochenta: el Studio Ghibli.
Ghibli, es la transcripción en árabe del viento siroco, que sopla en el Mediterráneo desde el sureste, sólo que en árabe se pronuncia con jota. Al igual que con Akira de Katsukiro Ôtomo, Miyazaki apenas había comenzado a publicar el manga de Nausicaa del Valle del Viento (1982-1994) cuando decidieron hacer una adaptación en pantalla grande. Tras el éxito que los dos amigos tuvieron con esta producción con el estudio A-Pro, decidieron formar su propia compañía. Fue con El castillo en el cielo, haciendo referencia al castillo flotante de Laputa que aparece en Los viajes de Gulliver, cuando se inició la andadura del estudio. Su producción no es tan extensa con varias películas al año si lo comparamos con otros estudios, pero cada uno de sus lanzamientos supone un gran acontecimiento. A muchos japoneses puede no interesarles mucho el anime, pero sí que tienen las obras de Ghibli entre sus películas favoritas. Los cines japoneses son los que tienen las entradas más caras del mundo, pero aún así sus salas se llenan cuando proyectan sus historias.
La exigencia y las espectativas fueron aumentando a medida que pasaban los años. El estudio estuvo al borde de la desaparición varias veces. Algo tan insospechado como la venta de merchandising en forma de peluches de Totoro fue lo que les salvó en un principio de la quiebra, y de esta manera nos encontramos con esta inesperada mascota. No sería hasta Nicky, la aprendiz de bruja (Kiki's Delivery Service) cuando el estudio tendría su primer exitazo de taquilla. En Nicky nos podemos encontrar con Estocolmo y la ciudad de Visby en la isla de Gotland, y es que los escenarios europeos serán una constante en su obra. Algunos serán precisos como Maienfeld y los valles del este de Suiza en Heidi, el Titano en San Marino o los palacios de los lagos de Lombardía en Italia con Lupin, o la Londres de Sherlock Holmes. Otras localizaciones son más difusas, o no guardan tanta relación, como el Milán o Dubrovnik de Porco Rosso o Estrasburgo, Colmar y Riquewihr en El castillo ambulante. Tambien recurre con precisión a escenarios no europeos, como Jiufen en Taiwan o el mundo al otro lado del túnel en Chihiro, los bosques vírgenes de Yakushima en Mononoke, o Sakuragaoka en Susurros del corazón.
La
presión iba aumentando más y más. A Miyazaki le tocó hacerse cargo de
proyectos ajenos y planificaciones cambiantes. Incluso en El viaje de Chihiro
se llega a caricaturizar a sí mismo como Kamaji, un espíritu barbudo,
con gafas y múltiples brazos, a quien le rebosa el trabajo por los
cuatro costados. No tiene suficientes brazos para aceptar los pedidos,
soplar el fuelle de la caldera, buscar las hierbas entre los cajones y
mezclarlas de acorde con el pedido. Con tanto estrés y acumulación de
trabajo, parecía el momento de comenzar a delegar y a ir pasando
progresivamente el relevo a nuevas generaciones. Miyazaki conoció a
Yoshifumi Kondo cuando trabajaba en A-Pro, y le acompañó a Nippon
Animation y colaboró con Miyazaki en algunas producciones de TMS antes
de entrar en la nueva Ghibli en 1987. Por su talento, muchos le señalan
como el sucesor del estudio. Tuvo su debut con Susurros del corazón
con guión del propio Hayao, una película notable aunque sin el sello
tan presente del toque de fantasía a excepción de la sugerente historia
del Barón felino.
La princesa Mononoke
fue un acontecimiento mundial. La épica medieval japonesa, una historia
fantástica con mensaje ecologista de fondo y una técnica de animación
revolucionaria. Su producción, sin embargo, fue bastante accidentada.
Ghibli volvía a encontrarse al borde de la quiebra, y Miyazaki estaba
empeñado en llevar este proyecto a cabo. "¡Terminaremos esta película
aunque arruinemos el estudio!" gritaba colérico el director en los
documentales que pueden verse en el DVD de la película. Al igual que Akira o Simbad de
Dreamworks, con un storyboard de base primero se grabaron las voces,
para luego llevar a cabo la animación que se amolde a la perfección a
los personajes. Este proceso multiplica el coste una barbaridad. El
equipo al completo estuvo sometido a grandísimos niveles de presión y
exigencia por tener el producto terminado. Numerosas soluciones y
alternativas se fueron sugiriendo e innovando para poder terminar el
metraje. Kondo era el director de animación y también el diseñador de
personajes, dos cargos cruciales en el proceso. Miyazaki se arrepentiría
muchísimo de esa frase que pronunció, y sus ideas y su modo de trabajar
cambiaron radicalmente. Yoshifumi Kondo fallecería a los 47 años
repentinamente de un desgarro en la aorta. Una de las causas se atribuye
al alto nivel de ansiedad presentado. Miyazaki le afectó profundamente
la muerte de su buen amigo y sucesor de tal manera que anunció su
retirada.
Sabemos que regresó, y es que desde antes de Mononoke le
estaba dando vueltas a una historia de un niño y una sirena, que
posteriormente se materializó en Ponyo, pero al convivir con hijos de
familiares preadolescentes le surgió de nuevo la creatividad para
contarles una historia de una chica que logra realizarse siendo sincera
consigo misma y mediante el trabajo duro. Así surgió El viaje de Chihiro. En múltiples ocasiones había pedido a la autora de la saga literaria de Terramar,
Ursula K. Le Guin, adaptar su obra a la pantalla grande. Tras muchas
negativas, la opinión de la autora estadounidense cambió tras ver El
viaje de Chihiro. Hubo muchas discusiones y controversias en este punto,
ya que en 2004 cubrió la baja de otro director para ocuparse de El
castillo ambulante, y fue su hijo Goro, que debutaba en la dirección el
encargado de llevar Terramar a la pantalla. La película fue un
fracaso estrepitoso de crítica y público. La comunicación entre padre e
hijo escaseaba salvo por las discusiones si estaba preparado o no para
dedicarse a la dirección. Estas relaciones fueron mejorando, y en los
últimos años han dado entrada a nueva gente, y su labor parece estar más
centrada en el museo del estudio, para quien ha producido y dirigido un
buen número de cortometrajes.
Al
igual que en sus películas, no sabemos a ciencia cierta el final de la
historia. Kurosawa defendía la labor del espectador en las películas. Un
director para él no debía de llevar al espectador de la manita de
principio a fin, y ofrecerselo todo ya triturado y mascadito. Debe de
proponer, sugerir, y que el espectador construya o se haga sus propias
conclusiones. Le gusta usar un epílogo múltiple para que veamos lo que
acontece a los diversos protagonistas, pero no remata absolutamente todo
en un final extremadamente cerrado o manido como si fuese Spielberg. Ha
vuelto a surcar los cielos en el avión Zero que tan presente estuvo en
su infancia. ¿Se cierra el círculo? Ha intentado retirarse en otras
ocasiones como hemos visto, pero esta vez parece que va en serio. No le
reprochamos nada, ya que su historia sigue abierta. Puede que siga
escribiendo guiones o colaborando en el museo, o que pase el tiempo con
sus nietos por la naturaleza. Sus historias siguen estando allí.
·¿Vivirían
juntos Ashitaka y San? ¿Regresaría el príncipe heredero al pueblo
perdido de los emishi que vieron partir a su último sucesor?
·¿La maldición de Sophie en El castillo ambulante se ha roto? ¿Cómo es que sigue teniendo el pelo ceniciento?
·¿Cuál es el verdadero significado tras la historia de Totoro?
·¿Será posible la dudosa convivencia pacífica entre los reinos de Nausicaa?
·Sobrevivirá Sho su complicada operación cardiaca tras haber conocido a Arrietty?·¿Se volverán a encontrar Chihiro y Haku en el futuro?
·¿Qué será del futuro del Estudio Ghibli?
Todas
estas preguntas quedan en el aire para alimentar nuestros sueños. Al
igual que en Porco Rosso, mi película favorita del estudio, es como la
promesa de Gina y Porco. Ni siquiera nosotros sabemos las respuestas,
pero seguirá siendo por muchos años más, nuestro secreto.
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