Ayer falleció en Madrid a los 84 años Miguel de la Quadra Salcedo.

Desgraciadamente para muchos era ese señor bigotón algo friki que cada vez que salía en un programa de la tele se ponía tibio a comer bichos y ocasionalmente contaba alguna anécdota o tradición sórdida de alguna tribu con la que se había cruzado en sus viajes, y que una vez al año se iba de excursión con una horda de niños mayormente de España y Latinoamérica por dos o tres países. Muchas veces iba con su camisa de color kaki y su chaleco con infinidad de bolsillos, cual regresado de una expedición. Tu padre te decía que de joven fue atleta, que los indios de una tribu le enseñaron a lanzar la jabalina dando vueltas como una peonza, que logró el récord mundial, pero o bien por técnica peligrosa que lo mismo manda la pica a las gradas, o bien por "envidia franchute", se lo invalidaron. Los datos relativos a su persona eran muy enigmáticos, y esa persona tan extraña como entrañable, con ese apellido tan raro de cuadra con 'Q', media melena castaña, cejas pobladas, mirada profunda y bigote frondoso. ¿Quién era realmente ese tipo?
Algunas veces, hablando de realezas, protocolos y de quién es el Máster del Universo como He-man, oía comentar que si la Reina de Inglaterra, el Rey de España y la Duquesa de Alba se reuniesen, los dos monarcas tendrían que postrarse ante la extensa lista de títulos que posee la noble sevillana. En un principio pensaba que este buen señor también pertenecía al mismo club por la gran efusividad y respeto que se percibía cuando el monarca español y este aventurero pintoresco se encontraban. Todo tenía su explicación y su lógica a partir de 1979.

La televisión era bien escasa, y no había internet, sistemas geolocalizadores de última generación ni un ansia desmedida de transtocar la realidad, mostrar al espectador los extremos de lo sórdido, cómo funcionan las profesiones más extremas, cómo viven los ricos muy ricos y los pobres muy pobres —para que el espectador se conforme en su clase media.— y educar a ser mejor padre, hijo, dueño de tu mascota, cocinero, empresario o gandul. Miguel de la Quadra Salcedo ya era un reportero y periodista de éxito. Tras cubrir varios conflictos en el planeta y estar cerca de la muerte, en 1979 le propone al rey un programa de intercambio cultural de tipo geográfico, histórico y teniendo en cuenta el medioambiente, algo que Félix Rodríguez de la Fuente ya fue un pionero. La Ruta Quetzal había nacido y cada año nos "restregarían por las narices" las aventuras en esas tierras lejanas.
Cientos de chavales de 16 y 17 años, básicamente de España y toda Latinoamérica participaban y se iban de excursión durante mes y medio por algún país de Latinoamérica. El criterio de participación era más misterioso que el concursar en El rescate del talismán. Unos decían que al igual que si comprabas ropa de Mayoral te ibas a conocer a los indios de Norteamérica, si comprabas Panama Jack te ibas a la Ruta Quetzal. Otros decían que un muy selecto grupo de institutos seleccionados al azar presentaban algunas pruebas misteriosas entre los alumnos de élite, con expediente más destacado o los niños mimados del profesor como concursos de redacción y dibujo o proyectos de investigación. Luego estaban los hijos de los empleados del banco Argentaria, posteriormente BBVA, que completaban el cupo.
Rodaban la ruta y la emitían por la mañana o a la hora de los documentales de sobremesa en la televisión pública. Tomas del aventurero mirando por unos prismáticos, dando un pequeño discurso de un conquistador o un biólogo que pasó por esas tierras, y tomas de los muchachos o bien durmiendo en tiendas de campaña, o haciéndose tropecientas fotos de grupo cada cual con su bandera (menos mal que aún no llegó la era de la fotografía digital o el selfie) y tomando nota de las explicaciones de los lugareños en su cuaderno, para que conste que se trataba de un viaje "de estudios" como los del cole.
¿Era novedoso? En cierto aspecto sí, pero cabe matizar. Estas expediciones estudiantiles de jóvenes de varios países llevan existiendo desde hace mucho, aunque se dan con más frecuencia en otros países. Quiero insistir en la inexistencia de internet tal y como lo conocemos, que los billetes de avión iban impresos en un papel timbrado especial, que no existía facturación online ni ofertas low-cost, que muchos de esos muchachos era la primera vez que salían al extranjero, que viajar a Eurodisney era el summum de todo niño. Que los campamentos de verano suelen ser a las afueras de un pueblo de la provincia, que duran 15 días como mucho y que todos los estudiantes suelen pertenecer al mismo colegio, a la misma ciudad, o tienen la misma nacionalidad e idioma.

Situando a su lado la Ruta, quedan claras las dimensiones que tiene a lo largo de sus casi 30 años ininterrumpidos. El velero Fleur de Lampaul estuvo muchos años entre los 90 y 2000 dando la vuelta al mundo con una quincena o una veintena de niños francoparlantes en expediciones biológicas y etnográficas con el mismo espíritu medioambiental (obviamente los niños se iban rotando). National Geographic también ofrece expediciones estudiantiles a muchos países del planeta, y es que en otros países el tomarse un año sabático o al menos un par de meses antes de entrar a la universidad para ver mundo y enriquecerse interiormente es algo más común de lo que pueda parecer. Uno no tiene más que abrir internet y ya dispone de tropecientas agencias, asociaciones y posibilidades para llevarlo a cabo. Humanitarias, religiosas, comerciales, culturales... de todo tipo.
Todo esto comandado por esa especie de Nigel Thornberry de pelo largo que cada año trazaba y comandaba un viaje para unos 350 chavales becados de todo el mundo. Los "realities" de aventura como The Amazing Race o Pekin Express se centran en el concepto de carrera y competencia. No esperen encontrar eso aquí. En la Ruta imperaba la convivencia entre los propios participantes y entre estos y los lugareños, y por eso despierta mi admiración. Aún de pequeño todavía existía la mentalidad imperialista en gente a la que conocías. Una actitud muy etnocéntrica que les situaba como dueños de la civilización y dueños del idioma. Desgraciadamente, pese a tener un mayor contacto con gente de Latinoamérica o tal vez debido a estar en contacto con determinado tipo, además de tópicos rancios promulgados por "supuestas comedias" en la tele, esta actitud está volviendo.
No obstante, en general se puede decir que nunca antes habíamos estado tan unidos en la comunicación y la cooperación que en la actualidad. Proyectos como esta Ruta Quetzal, a diferencia de las cumbres iberoamericanas de jefes de gobierno y de estado, lo formaban el futuro de la sociedad. Debería de haber más proyectos de este tipo y hacerlos prácticamente obligatorios a los muchachos de esas edades. Tan sólo he llegado a conocer a dos personas que hayan formado parte de este programa, y es enorme el impacto y la transcendencia que ha tenido en ellos. Por eso prefiero centrarme en esa imagen de este hombre y no en los restos de larva que se le quedaban en el bigote en esos programas a los que acudía como invitado y donde le trataban como un personaje. Por eso esta entrada y estas líneas de homenaje.
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